Tratar de trabajar en cerámica escultórica durante una expedición oceanográfica que se enfoca principalmente en el desarrollo de robots autónomos puede sonar algo extraño. Ok, probablemente lo sea, pero mi interés en creación y exploración interdisciplinaria, y circunstancias azarosas me trajeron al Falkor, en esta expedición frente a la costa de Costa Rica. Me encuentro aquí con un grupo de científicos e ingenieros que trabajan en el desarrollo de robots autónomos que serán utilizados para la exploración oceanográfica. Sus esfuerzos nos ayudarán a comprender y explorar los ecosistemas más profundos de nuestro planeta, pero a su vez la tecnología desarrollada aquí servirá para la exploración espacial y la búsqueda de vida en otros planetas. En realidad, el pensar en las implicaciones de esta investigación es realmente alucinante. Por lo tanto, supongo que es justo preguntar el porqué de mi elección de trabajar en cerámica escultórica en medio de tanta tecnología; o quizás antes que eso, el preguntar el porqué de traer a una artista a esta expedición.
Comenzaré contestando la segunda pregunta. Para mí, el arte y la ciencia son simplemente distintas formas en las que exploramos e intentamos darle sentido al mundo. Son simplemente métodos alternativos (y en mi opinión, complementarios) en los que estamos tratando de entender nuestro lugar en el planeta y nuestra relación con nuestro entorno. Tanto el arte como la ciencia son procesos creativos que pueden beneficiarse mutuamente en su interacción, ya que nos empujan a mirar a una misma pregunta desde diferentes ángulos. Mirar el mundo desde otra disciplina nos obliga a considerar otras posibilidades que no probablemente no habríamos imaginado si nos hubiéramos mantenido cómodamente dentro de nuestra propia disciplina. Para mí, la belleza de la colaboración y la creación interdisciplinaria reside en la manera en la cuál expanden nuestra visión del mundo.
La exploración del mundo en el siglo XXI
Hace unos meses leí “La invención de la naturaleza”, un libro de Andrea Wulf que narra la vida, los viajes y el increíble pensamiento artístico y científico de Alexander von Humboldt. Lo que más me sorprendió al leer la vida de von Humboldt, fue el alma interdisciplinaria de sus ideas, su visión global del mundo y cómo su pensar navegaba entre la escala local y la global, entre la ecología y distribución de las especies y las características geología de un lugar, desde el presente a la escala geológica. Sin lugar a dudas, la exploración del mundo durante sus numerosos viajes dio forma a la forma en que percibía el mundo y su capacidad para incorporar el cambio constante y la interconectividad dentro cada idea. La exploración del mundo lo ayudó a desarrollar una comprensión integrada de la naturaleza y sus procesos, lo cual lo convertió en un visionario, ya que rápidamente se dio cuenta del impacto que los seres humanos estaban teniendo sobre este planeta. Además, la profunda influencia que Johann Wolfgang von Goethe tuvo en el joven von Humboldt lo predispuso a la belleza, la poesía y la sensibilidad dentro de su manera de pensar y comunicarse. Esta influencia se manifestó a través de su indudable talento artístico en hermosas infografías y una cautivadora narrativa que inspiraró a una nueva generación de pensadores: Charles Darwin, a John Muir, George Perkins Marsh, Simón Bolivar y Ralph Waldo Emerson, por nombrar algunos. Han pasado casi 200 años desde entonces y estamos como humanidad lidiando con el cambio climático, la acidificación de los océanos y las islas de plástico, y me encuentro en un viaje con un grupo de científicos que están mapeando el fondo del mar y probando robots autónomos que registran, prueban, miden y toman decisiones en las profundidades del océano. Estos últimos días, he tenido la oportunidad de experimentar brevemente cómo se realiza la exploración del océano, la colaboración y los esfuerzos creativos en el siglo XXI, y he tenido la oportunidad de reflexionar sobre el lugar que ocupa lo humano en todo este avance y descubrimiento tecnológico.
Manos humanas, manos de robot
Me obsesionan las manos, estas extensiones de nuestros cuerpos que han sido moldeadas por procesos evolutivos, y que nos permiten interactuar y dar forma a nuestro entorno de maneras novedosas. Con frecuencia, a lo largo del día siento que me encuentro pensando con mis manos, escuchando con mis manos y entiendo con mis manos; quizás es por eso que la cerámica escultórica se ha convertido en un aspecto tan fundamental de mi paz interior. Las máquinas, hasta ahora, han funcionado como extensiones de nuestra manos; sin embargo, casi como en una película de ciencia ficción, las máquinas están empezando a tomar sus propias decisiones. Sorprendentemente (o quizás no tan sorprendentemente) esto me recuerda a los pulpos. Estas criaturas increíblemente inteligentes tienen un sistema nervioso más difuso que el que tenemos, y sus ocho brazos pueden tomar sus propias decisiones independientemente dentro de cierto contexto. Esta independencia queda anulada por el sistema nervioso central en caso de una emergencia, razón por la cuál se puede ver al pulpo nadando con su cabeza por delante y los brazos colgando detrás. ¿Será quizás que nos estamos volviendo como un pulpo, con extremidades robóticas que piensan independientes de nuestro sistema nerviosos central? ¿Estamos creando extensiones de nosotros mismos que tienen una existencia independiente y que nos permiten explorar nuestro lugar en el mundo de una manera diferente?
Modelando colaboraciones tecnológicas
Me gusta trabajar en cerámica escultórica porque la arcilla es un material humilde y noble que ha estado entrelazado con la cultura humana a través de los siglos, por lo cual siento se conecta con nosotros en un nivel profundo, fundamental. Dado que ya tenía un bajade de trabajo en cerámica y después de unos días en el Falkor, he decidido usar arcilla para explorar escultóricamente dos aspectos de esta expedición y mi experiencia de la misma, usando la arcilla como medio para navegar entre esta tensión de lo humano y lo tecnológico. Lo primero que quiero explorar con mi obra es el componente humano de la innovación tecnológica, la creación de los seres humanos en tensión con la autonomía que se le quiere dar al robot. En otras palabras, observar cómo los robots se convierten en una extensión de la forma en que nos relacionamos con el mundo, de manera similar a cómo los brazos de los pulpos son neurológicamente un poco independientes de su sistema nervioso central. Las manos parecen ser un lugar obvio para comenzar esta exploración, ya que son nuestra primera herramienta que usamos para relacionarnos y manipular el mundo. En segundo lugar, quiero reflexionar escultóricamente sobre el aspecto co-creativo de esta expedición, en la cuál cada uno de los científicos y miembros de la tripulación son parte de un todo, en un entorno y un marco de tiempo específicos. En otras palabras, contemplar cómo surge el conocimiento en esta expedición como una propiedad emergente del ecosistema que se ha construido en ella; como un viaje interdisciplinario al descubrimiento en el siglo XXI.
En resumen, mis ideas para la obra que produciré en esta residencia de Artist-at-Sea se centran en la intersección de la construcción de conocimiento interdisciplinario, la exploración en el siglo XXI, la ciencia, lo humano, la tecnología y la cerámica escultórica. Sin embargo, debo agregar que siempre tengo presente una frase que dijo el artista contemporáneo William Kendridge en una entrevista: “Mi mejor trabajo ocurre en los espacios que surgen entre medio del trabajo que pensé que estaba haciendo”. Es decir, de manera similar a cómo sucede en ciencia, incluso en las expediciones mejor planeadas nunca sabes lo que puede surgir, y ¡qué hermoso espacio de creación es ese!